viernes, 6 de mayo de 2016

Alejo en su laberinto (37 lápices de grafito) de Fernando G. Mancha

UNA EXTRAORDINARIA AVENTURA EN UN MUNDO EXTRAÑO. 
Alejo duerme en su nuevo colchón casi veintidós horas seguidas, sin moverse ni una sola vez en todo ese tiempo. Apenas dos o tres minutos iniciales para encontrar la posición y se produce el reencuentro añorado con el confort, que le sumerge en un estado de profundo letargo. Las horas de sueño le han resultado eternas y se despierta completamente descansado y alerta. Los rayos de sol acaban de penetrar por el tragaluz y Alejo los saluda como cada mañana. Enciende el flexo, lo coloca en alto, sobre la tapadera del inodoro, coloca una manta en el suelo, junto a él, se pone el abrigo y los zapatos, coge uno de los dos cuadernos y todos los lápices de grafito y se sienta sobre la manta, apoyando la espalda en la pared. 
Observa el puñado de lápices que sostiene con ambas manos, de distintas durezas, de variados grosores, de diversas longitudes; unos viejos, otros nuevos, unos mordisqueados, otros sin punta, unos escolares, otros técnicos, incluso hay un par de lápices de carpintero, y es que, piensa, «en la variedad está el gusto». Se pregunta por la razón de tantísimos lápices, de por qué lápices en lugar del bolígrafo que él pidió, de por qué no han sido tres o cuatro los que le trajera Elías, y no más, y entonces le da por contarlos: treinta y seis. Y los cuenta de nuevo: treinta y siete. Por tercera vez: treinta y siete. Treinta y siete lápices de grafito. Treinta siete años que tiene Alejo.


Una novela corta pero intensa. Un personaje perdido en un mundo extraño, mundo en el que en algún momento de nuestras vidas nos hemos podido sentir como el protagonista. Extraviados en un laberinto buscando la salida y necesitando la ayuda del hilo de Ariadna.  Es una historia muy original en la que el autor nos hace meternos en la piel de Alejo y vivir una experiencia que en algún momento nos ha pasado o nos puede pasar. Una alegoría del perdón.

Escrita con un lenguaje y estilo impecables. La prosa de Fernando G. Mancha es de una calidad literaria excelente y lo transmite al lector. La recomiendo. A mí me ha gustado mucho.

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